NACIMIENTO DEL TEATRO DE LA ANTIGUA MINA

Nunca olvidaré la primera vez que vi este lugar; fue a la edad de nueve años desde el asiento trasero de un Renault 6 blanco con el que mi padre recorría los pueblos cercanos para hacer sus gestiones de trabajo como herrero y cerrajero.

Como corresponde a esa edad, cada pequeño viaje era especial y cada imagen o paisaje dignos de una reflexión mas o menos acertada, pero ese día, en que íbamos al pueblo de Zarzalejo, me fijé en unas casas hechas de piedra en un lugar aparentemente abandonado, desaliñado, como el anciano que ha dejado crecer su barba o de preocuparse por aseo personal, las zarzas invadían el rostro de las casas y los restos esparcidos manchaban el resto de su figura, cualidades que no invitaban a ser visitado.

Me resultó un lugar un tanto aterrador y mi imaginación voló de muchas formas intentando averiguar que era ese lugar y justificar el porqué de su lamentable estado, pero el viaje continuó y supongo que mis inquietudes infantiles hicieron que pronto olvidara este lugar, o al menos eso creía yo.

Pasaron veintisiete años hasta que por mera casualidad un frío y ventoso día de Noviembre pasé por ese mismo lugar, vi esas mismas casas y cual fue mi asombro, recordé al instante la primera vez que las había visto; pero ahora estaban en un estado más ruinoso, como sumidas en una especie de castigo, y más distante aún del amor de las personas.

Antiguas casas de piedra en plena sierra de Zarzalejo.

Si entonces nada invitaba a un niño de nueve años a visitar el lugar, ahora el flautista del viento hacía sonar su desagradable melodía y el frío era su mejor aliado, pero ese día yo disponía de tiempo, las desagradables ruinas ya no me producían miedo y el impulso de conocer el lugar era grande.

Me adentré con mi vehículo por el camino, y las vistas del valle fue lo primero que me sorprendió, posteriormente llegué a la parte alta donde se encontraban las ruinas de las casas, solo acompañadas de lo nobles árboles que con el viento agitaban sus miembros, como si les avisaran de mi presencia. Era un lugar extraño, con cuatro casas situadas en línea en la parte superior, una casa en la parte baja y un torreón mas abajo. No era miedo, creo, pero mis sentidos estaban alerta, pues además de las mismas edificaciones, entre las casas había pasadizos y espacios de tamaño diferente.

En una de las cuatro edificaciones había una inscripción pintada con pintura, “Se vende” y un número de teléfono. El viento cortaba más que el filo de una buena espada, hacía llorar a mis ojos y sangrar a las piedras que derramaban su argamasa, pero busqué un papel y apunté aquellos números.

El hombre que yo ya era tomaba nota de aquellos números pero el niño que aún vivía en mí empezó a imaginar a una gran velocidad, de pronto el viento empezó a disminuir, el frío no existía para mi y fue cuando empecé a encontrarme a gusto en ese extraño lugar y entonces sentí la pena que uno siente cuando se tiene que deshacer de un objeto querido, que aunque no sea un ser vivo, nuestro amor por él es similar al de un amigo y pensé ¿ porque estas expoliado, sucio, invadido por maleza y lo peor de todo olvidado?

Gradas-teatro-en-sierra-noche.

¿Por qué ningún adulto, mejor dicho, ningún loco adulto, con impulsos del niño ha visto lo que eres y lo que estas esperando?, pero ninguna de mis preguntas obtuvo respuesta.

Estuve meditando varios días, pero como soy una persona algo impulsiva llamé al tf para interesarme por el lugar y saber su precio. Desde ese momento y hasta que tomé la decisión de adquirirlo fueron muchas las sensaciones que sentí y una idea, la de adquirirlo para devolverlo a la vida. Fue como si el espacio me pidiera ayuda para salir de su abandono y como si supiera que mi idea de convertir esas ruinas, esas galerías y esos pasadizos en un teatro sería la mejor de sus redenciones.

Como hijo de un honrado cerrajero yo no disponía del suficiente dinero para adquirir el lugar, ese fue el primer reto, pero con la ayuda de la familia y un préstamo bancario adquirí la finca de La Antigua Mina, fui feliz en ese momento; hasta que me dí cuenta que debería seguir trabajando mucho y buscando ayuda para rehabilitar estas ruinas , pasadizos, almacenes, escaleras, y además construir un graderío, camerinos, y todos los elementos necesarios.

De la misma manera que adquirir el lugar me trajo felicidad porque consideraba que el sueño estaba en marcha, también me trajo a lo largo del tiempo diferentes estados de ánimo, como tristeza y llanto, al comprobar en varios momentos que el proyecto me superaba en todos lo niveles; desesperación, cuando no conseguía resolver algunos problemas; desprecio, cuando al solicitar ayudas la respuesta ha sido casi siempre “no” y alegría, cuando iba viendo el renacer del lugar.

Estamos ya en la XV edición, y no me avergüenza decir que en estos quince años he llorado por una u otra razón en al menos cinco de ellos, pero sigo con la ilusión de seguir mejorando el espacio, la programación cultural que se ofrece y las condiciones de las compañías que vienen a mostrarnos sus maravillosos trabajos.

escena-teatro-en-casas-piedras-antigua-mina-noche

Hay un aliciente que nos ayuda a continuar, aunque tengamos que poner mucho esfuerzo y no dispongamos de muchos recursos, y es la cara de asombro cuando una persona llega por primera vez a este teatro en lo alto de una colina, con un paisaje que impresiona y con esas casas que, aunque parecen ruinas, están rehabilitadas y donde los personajes muestran sus vivencias, con las antiguas vagonetas, con la cúpula del graderío, etc. Y sobre todo cuando al terminar nos comparan como si fuéramos “Una pequeña Mérida”

Seguiremos trabajando, haciendo de todo, para mantener vivo este espacio y ójala un día tengamos la suerte de tener la ayuda de algún organismo importante que llegué a ver lo mismo que vi yo cuando tenía nueve años.

Jose Maria Ontoria Peña –

Teatro de La Antigua Mina

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